Paranoyas célebres.

sábado, 9 de abril de 2011

Juntas para siempre


Existió una vez dos amigas inseparables, inocentes, soñadoras. Su único deseo constaba en permanecer juntas hasta el fin de los tiempo, pues ambas eran princesas de países vecinos. Es más, lo único que separaba a las princesas de permanecer siempre juntas era un bosque entre ambos castillos. Un día esos países entraron en guerra, justo cuando una de las doncellas se dirigía al bosque, en el fraguar de la batalla la muchacha desapareció. La otra al enterarse rogó a su padre parar aquella estúpida masacre, el hombre no le hizo caso y ella se marchó.

Se internó en el bosque, ahora contaminado por la pólvora y la muerte y comenzó a buscar a su amiga, se interno en la espesura y encontró a un pequeño lobo herido con el perdigón de una bala. La princesa lo cuido hasta que estuvo sano y tuvo conciencia para poder cuidarse a sí mismo, pero cuando llego el momento de la despedida… el lobo no quiso separarse de ella, así que juntos, continuaron la búsqueda.

Pasaron días de insufrible camino a través de los páramos, los bosques y las montañas cercanas a su antiguo reino del cual ya nada sabía. Pese a todo su viaje no encontró jamás a su amiga, aunque el cariño que le profesaba, no paraba de crecer. Llego el día en que la princesa regresó a su hogar. Su cuerpo y su ropa habían cambiado y sus ojos azules, compartían color con el marrón. Su padre la recibió llorando, pues hacía tanto que se había marchado que ya la habían dado por muerta. Incluso habían cesado las guerras debido a la desaparición de las dos niñas. Poco después de abrazar y alabar a la hija prodiga, el hombre se percató de la presencia del animal que acompañaba a la doncella y quiso apartarlo de su heredera. Ésta se negó en rotundo a que separan al lobo de ella y aseguró que como tocaran un solo pelo de su acompañante se marcharía para nunca más volver.

Días más tardes a su regreso al palacio, llegó la noticia de que una doncella hermosa como ninguna vista antes se acercaba al reino. El rey preparó una audiencia inmediata a la llegada de la desconocida. La joven era rubia y de cabello largo, piel clara y ojos tan azules como el mismo cielo. Apenas al verla el hombre le pidió que se casara con él, pues era viudo y necesitaba una madre para su hija. La muchacha se negó, pero quiso hablar con la princesa.
Al encontrarla corrió hacia ella con gracilidad y la estrechó en un amistoso abrazo, un abrazo confidencial, un abrazo único. La princesa permaneció rígida ante el frío, pero agradable contacto con la desconocida. El lobo se abalanzó contra la desconocida mostrándole los dientes y haciéndola separarse de su compañera de viaje. La joven sintió repulsión por el animal y lo golpeó, a pesar de su aspecto su fuerza hizo que el animal impactara contra un mueble y comenzara a escupir algo de sangre, la princesa para su sorpresa sangró también.

—¡Tú estás ligada a él! —Afirmó la rubia.
—Yo… le entregue mi alma a cambio de que me ayudará a sobrevivir para encontrar a mi mejor amiga, a mi hermana. Sí él muere, yo muero... —hizo una pausa y se quedó en silencio. —¿Cómo lo sabes?
—¿Por qué la sigues buscando? —Preguntó claramente intrigada evitando responder.
—Porque ella es la única razón para que yo siga con vida, es la única capaz de darme fuerzas para seguir viviendo. —Respondió con sinceridad. ¿Por qué le contaba aquellas cosas a una desconocida?
—Deberías dejar de buscarla
—No puedo. ¿No lo entiendes?
—No, no lo entiendes tú. Ya has encontrado a la persona que buscabas
—¿Qué? —La chica no pudo evitar que se le nublaran los ojos.
—Sam, me perdí, pero en el desasosiego de no encontrar ningún lugar en el que esconderme en la fragua de la batalla tuve miedo. Miedo por ti, así que intenté encontrarte, pero ya era tarde. Te habías marchado. No sabes lo que viví.
—Sophie… no es cierto, no me encontraste, no me buscaste.
—Claro que lo hice, y si ese animal no te hubiese acompañado todo habría sido más fácil.
—¿Por qué…? ¿Tú eres…?
—Ya sabes que los lobos tienen un único enemigo…
—No, no es verdad.
—Sí, soy lo contrario a lo que eres tú. Y ahora tengo que matarme, pero jamás sería capaz de hacerte daño.
—No lo hagas.
—¿A caso no sabes nada?
—¿Qué debería saber? —Preguntó Sam.
—¡SOMOS ENEMIGAS! ¡TIENES QUE MATARME!
—¿Sabes cuánto tiempo llevo buscándote? Jamás te haré daño Sophie. Me niego a volver a perderte.
—Lo siento, Sam.
La joven princesa se esfumó allí mismo, dejando una nota con una rosa marchita que decía “Perdóname, ahora que nos habíamos reencontrado tengo que abandonarte, ojalá nunca me hubiera pasado aquello. Ojalá nunca nos hubiésemos separado.”

Mientras tanto, la joven regresó a su hogar. Habló con su padre y se despidió de él, pues su fin estaba más cerca de lo que jamás podría haber imaginado.
—Darkrai. —Susurró al llegar a sus aposentos, se sentó sobre la cama y esperó a que él apareciese.
—Pequeña, no cumpliste con tu cometido. —Dijo una voz suave emergiendo de las sombras. El hombre iba vestido con su habitual traje de chaqueta. Para variar, el cabello oscuro como el carbón caía desordenado sobre la frente y el cuello, era como si no reparase en arreglarlo. Sophie asintió atemorizada.
—Entonces hoy se acaba todo para nosotros. Pensé que el odio hacía esas bestias sería mucho más grande que el amor que te une a ella. Podríamos haber sido grandes, dominar sobre ellos. Podríamos haber creado nuestro propio reino.
—¿REINO? ¿Qué reino? ¿Un reino de sangre? —Preguntó Sophie. No sabía si gritaba por el enojo, por el miedo o por la indignación. Ella se había enamorado de él y la trataba como si fuese un juguete de usar y tirar. El vampiro hizo un gesto con el dedo y siguió hablando.
—Podríamos haber vivido para siempre. Tú y yo, juntos. Tenía la esperanza de que me amaras solo a mí, de que fueras mi chica, eternamente. —Los ojos de la chica se dilataron ante aquel comentario. Su corazón latía apresuradamente, nervioso. Una embestida tras otra sobre su pecho. Había decidido no matar a nadie y por culpa de ello, aún seguía siendo medio humana. Más frágil que Darkrai, con menos fuerza.
—¡CÁLLATE! No sabes nada, no entiendes de amor ni de odio… —El vampiro la cogió por el cuello. Sus formas demostraban que apenas estaba utilizando fuerza, pero el agarre era completamente perfecto.
Sophie sintió como el aire dejaba de llegar a sus pulmones, pataleó para liberarse, pero cualquier muestra de fuerza era inútil en aquella situación.
—¡SUÉLTALA! —La voz de Samantha la sacó de su estado casi vegetativo al embestir al apuesto hombre que trataba de matarla.
—¡LÁRGATE! —Gritó la chica. Su intervención acababa de salvarle la vida, pues el vampiro había aflojado el agarre permitiéndole a sus pulmones renovar el aire. —HUYE MIENTRAS PUEDAS.

El vampiro soltó a la joven con un empujón y se lanzó en contra de la chica loba, pues su alma ya no era humana. El lobo se interpuso entre ambos, gruñendo y mostrándole los dientes. Aquello sólo podía acabar mal para uno de ellos a pesar de que ambos se enzarzaron en la batalla. Como era de esperar, el lobo no era capaz de predecir los movimientos del moreno y Sam se retorcía en el suelo en movimientos imposibles.

—¡DÉJALA EN PAZ! —Gruñó la muchacha más recuperada de la agresión anterior. Sabía que enfrentarse al vampiro no serviría de nada. Él la había hecho. Él era el que tenía el poder entre ambos. Sus movimientos felinos y ágiles la hicieron estremecerse. Se sentía como un ratón que está a punto de ser devorado por una criatura mucho más grande, inteligente y rápida.
Los ojos grises de él se clavaron sobre los suyos azules. En un par de movimientos sus dientes atravesaron la piel de su cuello de la forma más dolorosa posible. Sophie ahogó el grito de dolor, los ardientes pinchazos que su cerebro estaba procesando ante el mordisco. Sintió toda su fuerza venirse abajo, pero allí estaba ella. La razón de su existencia.
En un último alarde de valentía y haciendo aplomo de sus últimas fuerzas la chica golpeó al hombre para tirarlo al suelo. Con el peso de su cuerpo cayó sobre él, extrajo una daga que solía llevar oculta y la clavó con toda la agresividad que en su estado era capaz de mostrar. Aquello lo mataría si no bebía y la sangre de Samantha era tan venenosa como la de una persona muerta. Con el último suspiro del vampiro, ella exhaló también. Así debía haber sido.

Tras despertar, la princesa encontró la bella figura de su amiga consumiéndose en su propia sangre. El vampiro le había desgarrado una arteria, quizás una vena. Junto al cuerpo inerte había una nota.
Las lágrimas inundaron su corazón al comprobar las letras rojo escarlata y algunas gotas que perlaban de forma dispersa el papel, aquella joven con la que tanto había compartido le había dedicado sus últimas palabras con su propia sangre.
Sam comenzó a leer el pequeño papel, llenándose las manos con la tinta carmesí de su amiga:

Simplemente quiero que sepas que no podía dejarte morir de ninguna manera. Cuídate y no hagas estupideces, recuerda que si tú mueres estarías condenando a esa mascota que tienes. Perdóname... no quería que las cosas acabaran así, pero estoy segura de que nos volveremos a encontrar y estaré más cerca de lo que nunca antes he estado.
Te quiere Sophie.

Con un profundo dolor en el corazón Samantha se alejó del palacio y su padre le construyó una casita en el campo. Allí pasaba las horas muertas con la criatura que la acompañaba. En uno de sus viajes a través del bosque encontró una pequeña criatura de pelaje amielado y ojos azules. Unos familiares ojos azules. El pequeño animal se acercó hasta ella a trote y le lamió la mejilla. —Hola, Sophie. —Acertó a decir ante toda respuesta al cariñoso gesto.

2 comentarios:

  1. Está muy chulo este texto espero que no te importe que te lo coja $:
    Bueno voy a esperar a que me digas que si puedo

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    1. No había leído este comentario.
      Muchísimas gracias por lo del texto, una preguntita ¿para qué quieres cogerlo? O:
      Saludos <3

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