Paranoyas célebres.

lunes, 18 de mayo de 2015

Mi pequeño ángel

A veces era como una estrella fugaz, destinada a desvanecerse en el infinito de su propia y efímera existencia. Otras veces era como el ave fénix, renaciendo de sus cenizas tras cada error. Sin embargo, la mayor parte del tiempo era sólo ella y no un fénix o una estrella fugaz.

Era una aficionada a los rostros en blanco y negro, en color sepia. Una amante de la literatura que la había precedido varios siglos atrás. Una visionaria de imágenes en veloz movimiento. Una fugitiva del tiempo sin pasado ni presente. Era, desde luego, una adelantada a su tiempo, pues vislumbraba la paz en aciagos tiempos de guerra. Era, a su vez, una viajera a la que no le habría importado convivir con Jane Austen en sus orgullosos tiempos.

La mayor parte del tiempo sólo era ella, y le asustaba no ser nada más. Tenía miedo de ser poca cosa, de que nadie la quisiese porque no era nada especial. Sin embargo, he de admitir que ella era más que suficiente para mí y quizás por eso os hablo de ella si fuese la persona más interesante de toda la ciudad.

Ella era, mi pequeño ángel.