Paranoyas célebres.

domingo, 22 de mayo de 2011

Esta vez es Alicia la que pierde la cabeza.

 ¿Por qué había intentando besarle? ¿Por qué no se había resistido?
Finalmente Serena y yo estábamos listas para ir al baile que tanto habíamos esperado y por el cual, mi madre y yo, no nos hablábamos.

Entramos por las inmensas puertas del gimnasio, ahora decoradas con purpurina, confeti y tiras de papel de color. En cada rincón había una pareja bailando, hablando o haciendo manitas. Kevin se acercó a mí nada más entrar por aquella puerta, mi corazón estaba a punto de desbocarse. Incluso con la máscara puesta era capaz de saber que era él quién se aproximaba a mi posición. El temblor en las piernas se hizo aún más insistente cuando pude vislumbrar con claridad sus grandes y tiernos ojos verdes y sus pasos torpes, pero decididos.

—¿Bailas conmigo, preciosa?

—Por supuesto. —Respondí en un susurro, miré a mi alrededor completamente azorada. Serena bailaba con mi mejor amigo, Adam. ¿Por qué él? Me pregunté, pero no me importó, no en aquel momento. Comenzamos a bailar, mis pasos se acompasaron a los del joven de cabello rubio y al sonido de los altavoces.

—Estás increíble, Cassie. —Me sonrojé al escuchar mi nombre, Kevin Sandford había descubierto quién era.

—Gracias, Kevin.
Me acerqué a él un poco más y comenzamos a charlar todo lo animadamente que la música nos permitía. Cuando la conversación comenzó a ponerse interesante, hubo cambio obligatorio de parejas. Adam y Serena vinieron riendo hacía nosotros. Mi amigo tomó mi mano y S’ se fue con Kevin. La miré extasiada durante algunos segundos. Si aquella increíble y perfecta víbora rubia no hubiese sido mi mejor amiga, me habría lanzado sobre ella como una leona.

—¿Qué te parece el baile? —Le pregunté a Adam, al fin y al cabo, yo lo había obligado a asistir conmigo porque no quería parecer sólo la acompañante de la futura Reina de apertura.

—Odio bailar ¿por qué narices me invitaste?

—No parecía que te disgustara bailar con Serena. —Le respondí en un reproche, la fría daga de los celos comenzaban a hacerme efecto ahora que ella bailaba con Kevin. Adam era un chico moreno de ojos azules, alto, fuerte. Todo un bombón, pero mi mejor amigo después de todo, y sentía la necesidad de protegerlo constantemente o al menos eso creía yo. 

—No entiendes nada, ¿verdad? He venido a este estúpido baile porque tú me lo has pedido.

—Eres realmente especial. —Lo abracé y empezamos a bailar siguiendo el ritmo de Dust in the Wind de Kansas. Me resultaba bastante difícil, como ya he dicho es alto, bastante más alto que yo… —Adam, gracias por estar siempre a mi lado, no sé porqué lo haces, pero te lo agradezco. —No dijo nada, pero noté como sus labios se curvaban en una sonrisa. Miré de nuevo hacia Serena y Kevin, me quedé hipnotizada por el vuelo de su vestido y por el simple hecho de que sus zapatos de cristal parecían no tocar el suelo.

—Tú eres mejor que ella. —Dijo Adam al notar que miraba a la futura reina del baile de apertura sin parar. La música se hizo más lenta y con ella, nuestro baile. Ahora bailar era agradable, como flotar entre algodones, sus pies parecían moverse solos, y los míos los seguían con gusto. Su mano tomando la mía era cálida, suave, gentil. Y aquella tímida sonrisa que asomaba en sus labios, reconfortante.

La realidad había quedado envuelta en un sueño, dónde solo existíamos él y yo. La realidad había sido burlada por el país de las maravillas y ahora la pequeña Alicia era la reina del lugar. 
Mi cabeza se aproximó a la de Adam, cerré los ojos y dejé de bailar. Quería besarlo, pero no sabía porqué. Noté como la distorsión de aquella ensoñación desaparecía, mi joven acompañante dejó de tomar mi mano, le sonreí y acerqué su rostro al mío con toda la suavidad que estar de puntillas me permitía.
Finalmente, el sueño se desvaneció, abrí los ojos… Adam estaba quieto, anonadado, absorto por la situación. Me sentí insegura, más todavía de lo que cabía esperar. ¿Qué había estado a punto de hacer? ¿Por qué había intentando besarle? ¿Por qué no se había resistido?

—Perdóname. —Le dije en un susurro y troté todo lo rápido que los adornados pies me permitieron para salir del gimnasio. Me senté en el bordillo de la pequeña fuente de la universidad, me descalcé los tacones rojos y me subí un poco el vestido para observar mis pobres e hinchados pies por culpa de aquellos hermosos zapatos. —Eres una idiota Cassie, ¿cómo se te ocurre? ADAM es tu mejor amigo, y sólo puede ser tu mejor amigo. —Me dije a mí misma en voz alta.

Escuchaba la música de aquel baile, pero aquello no era para mí. Esta vez, el cuento no terminaba con “y vivieron felices y comieron perdices”, esta vez Alicia se quedaba sin su cabeza.