Paranoyas célebres.

lunes, 22 de agosto de 2011

Frágil

Frágil es un beso
Frágil es una promesa, dos corazones, el amor
Frágil es un ángel, el veto, las normas
Frágil es un demonio, la tentación, un error.
Frágil es un beso.
Frágil es la frontera entre abismo y realidad.
Frágil es el destino, el futuro, lo que será.
Frágil es llegar al límite.
Frágil es un beso.
Frágil es jugar con el deseo.
Frágil es un sueño, luchar, cumplirlo.
Un beso es frágil como un juego, un encantamiento roto, un anhelo prohibido que al fin ha sido cumplido.

Todo se acaba tan rápido que incluso da miedo volver la vista atrás y recordar. Los años vividos sucumben en un lago de imágenes y recuerdos que antes creíamos nunca podrían cambiar, que antes pensábamos que eran únicos porque nadie podría hacerlos desaparecer, años de tu vida que desaparecen al zumbido del corazón. Nos creíamos invencibles y nos dimos cuenta de que cuando un hilo se rompe, la costura se deshace en cuestión de segundos. 


Fragilidad, esa es la palabra. Los recuerdos, la amistad, el amor... todo es frágil.

A forbidden desire

Él, era el único capaz de tentarla,
capaz de hacer que se replantease el lugar que debía ocupar.

Se quedó mirándolo, había algo en él de lo que seguía desconfiando pese a que no llegase a temer por su propia vida en su presencia. Quizás era la forma en la que la miraba cuando estaban solos, quizás que a veces le parecía demasiado atractivo y ese simple hecho la asustaba, quizás que no tenía forma de combatir lo que empezaba a sentir por él, quizás… Suspiró levantándose del suelo. El rubio la cogió de la mano impidiendo que se separara de él, la sujetó por la espalda. Ella lo miró. Él negó con la cabeza. Le temblaban las piernas por lo que se sentó otra vez apoyando la espalda en la pared.

De nuevo aquel pánico comenzó a recorrer hasta el último centímetro de su cuerpo.

La atravesó con la mirada cuando estuvo lo suficientemente cerca de él. La joven notó como le ardía la piel al sentir el brillo de sus ojos sobre sí misma. Abrió la boca para quejarse, pues quería alejarse de aquel muchacho antes de que perdiese la cabeza y sus emociones dejaran de obedecerla. Él se apoyó sobre ella, presionándola entre su cuerpo y la pared, tapándole la boca con una mano.

—Tranquila. —Su voz era dulce, melosa.

Un escalofrío comenzó a recorrerla al tiempo que él deslizaba los dedos de la otra mano por la pálida piel de sus muslos. El calor febril se instaló en su cuerpo ante aquel pequeño gesto. Emitió un inquieto jadeo tratando de eliminar los nervios y la presión que él ejercía sobre ella, estaba prohibido.

Ella no debía tener una relación con él, no podía. Sin embargo, lo deseaba.

Dream of freedom


Dream of freedom.
A su alrededor, los ciudadanos de aquel lugar llamado mundo comenzaban a agolparse con contenido fervor y cámaras fotográficas para inmortalizar el eclipse lunar que estaba a punto de dar lugar. Se cruzó de piernas observando a la luna todavía blanquecina mientras comenzaba a oscurecerse y a tornarse de un potente color rojo. 

—¡Mamá, mamá! ¡La Luna! ¡La luna está sangrando! —Exclamó un niño cercano a ella mirando la luna a través de la lente de la cámara.

—Sí, tesoso. Por eso la llaman la luna de sangre. —Respondió su madre.

Alana los oía, pero en aquel momento sus ojos eran incapaces de apartarse de la llameante figura del cielo. La heterocromía de sus ojos comenzó a desaparecer al mismo tiempo que la luna completaba el cambio de color y, sin que pudiese hacer nada sus ojos se volvieron de un furioso color azul. Su cuerpo, oculto bajo el enorme chaleco gris, adoptó una forma más voluminosa.  
Por primera vez en mucho tiempo, comenzó a sentirse libre y poderosa como si de golpe todas las normas, las leyes, y los límites de su raza hubiesen desaparecido. La única regla que debía proponerse mantener en pie era no enamorarse, pues así evitaría caer de nuevo en la jaula en la que había estado encerrada tanto tiempo.

La luna comenzaba a volver a su color original y la gente había empezado a abandonar el césped de aquel parque. Aún quedaban algunos, pero para ella casi habían desaparecido. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Cuánto tiempo había estado ensimismada en sí misma? Pensó para sí. Se desperezó y se quitó el enorme chaleco que tapaba su antes infantil cuerpo, admirándose de nuevo.

Se alejó de los mundanos que quedaban adormilados. Cerró los ojos y desplegó unas enormes y cegadoras alas, sus alas, las alas de un ángel, de un híbrido como era ella. —Ahora... éste es mi mundo. —Murmuró, alzándose de forma majestuosa y perdiéndose a gran velocidad en el horizonte.