Paranoyas célebres.

sábado, 3 de agosto de 2019

Noche estrellada

Alana nunca pensó que todo aquello fuese real. Desde su punto de vista, no era más que un sueño, un terrible sueño. Algo que se conocía como una pesadilla. Había leído que los seres humanos debían dormir una media de entre seis y ocho horas, aunque ella no podía recordar cuando había sido la última vez que sus ojos se habían cerrado en busca del descanso de un sueño reparador. De hecho, cada vez que cerraba los ojos, la invadía el pánico. La sensación de ahogo y el recuerdo de unos fríos ojos amarillos vivían en su retina cada vez que sus párpados se cerraban presas del agotamiento. También, la invadía el vacío, la sensación de no ser dueña de sí misma y estuviese perdiéndose para siempre.

Quizás, esa era la razón que la llevaba a pensar que todo aquello que vivía era una pesadilla. O quizás, era la falta de cualquier sentimiento, de cualquier dolor… incluido el físico. Sí, probablemente esa era una razón más que plausible y lógica para pensar que era una pesadilla. Un sueño terrible del que conseguiría despertarse si hacía caso a lo que había leído, tarde o temprano despertaría como todos los demás. Sin embargo, Alana seguía preguntándose algunas cosas sobre aquellos sueños ¿Cuál era el propósito de su pesadilla? ¿Despertarse la haría volver a sentir?

La noche se alzaba sobre ella y, a sus pies, la ciudad iluminada. Contempló, desde lo alto del edificio, como las farolas inundaban de luz la vacía noche sin luna. Algunas estrellas resistían la contaminación lumínica y añadían un baño tenue de luz iridiscente al firmamento en aquella noche densa, espesa y trágica. En silencio, se acercó al resquicio y dio el paso al vacío.

Cayó.

Por un instante maravilloso, su mente se despejó y lo contempló todo con claridad. Finalmente, podría despertarse. El gozo, la calma y el final de su agonía se acercaban a la misma velocidad que el suelo. El silencio se alzaría llamándola y llenándola como un ansiado deseo que se hacía realidad. Era el recuerdo de una época pasada, una época en la que los sentimientos le afloraban desde el interior y florecían sobre su piel y sus expresiones. Casi creía poder alcanzarlos, pero a pesar de todo, aquello sólo duró un instante.

Antes de que su cuerpo chocase abruptamente con el suelo, dos enormes alas blancas brotaron de su espalda golpeando el aire y evitando así, el ansiado impacto final. Se alzó, magnífica como era y desplegó su velo en aquella noche estrellada. Alana se preguntó, cómo podría encontrar su final alguien que era inmortal.




domingo, 28 de julio de 2019

De paso

Creo que me siento mejor cuando escribo que cuando hablo porque no me gusta hablar de lo que siento, porque no me gusta hablar de todo aquello que siento y me estalla por dentro.

Estoy rota, llevo rota tanto tiempo que me aterra empezar a olvidar como era estar bien. Estoy rota, pero no recuerdo cuando empecé a estarlo o el porqué empecé a estarlo. Recuerdo aún, por suerte, una época en la que disfrutaba de los pequeños placeres de la vida, de las risas y las cosas divertidas. Y, de un día para otro, todo dejó de tener sentido. De un día para otro, no hay pequeños placeres y el único pensamiento constante es la forma en la que debería de dejar de existir para no dañar a otros. Para no crear efectos colaterales que sufran por mi culpa, siempre por mi culpa.

No sé a quién quiero engañar. Tampoco creo que fuese una gran perdida. Tarde o temprano, todo el mundo recuperaría el curso de su vida y yo ni siquiera sería un recuerdo. Simplemente nunca habría estado, ni siquiera sería una anécdota de momentos felices.

Desde luego, he aprendido que soy una persona reemplazable. Tanto en el plano romántico como en el amistoso, siento que soy más fácil de tirar que una pila usada (ojo, siempre al punto limpio, soy un trozo de basura contaminante… después de todo). Me doy cuenta con frecuencia, que al final todo el mundo se aburre de mí, de mi compañía o de aquello que tengo para aportar en sus vidas. Ha habido decenas de personas que aseguraban que nunca me borrarían de su camino, que no me sustituirían o se olvidarían de mí. A día de hoy, me pregunto si aún recuerdan siquiera mi nombre. Ha habido tantos casos, que la cuenta he perdido.

Soy una persona de paso, eso no es malo, cumplo una función en la vida de una persona y dejo de ser de utilidad. Sólo soy, una persona de paso.