Paranoyas célebres.

sábado, 20 de abril de 2013

Ser un mueble del IKEA, no parece mala idea

Ser un mueble.
Sin sentimientos, con manual de instrucciones.
A veces, preferiría ser como los muebles del IKEA: sin sentimientos, sólo un objeto que lleva consigo un pequeño manual de instrucciones en varios idiomas. Un manual de instrucciones para comprobar el montaje y el funcionamiento, para comprobar si todo en mí funciona como debería hacerlo.
Pero no soy un mueble ni mucho menos porto un manual de instrucciones que me indique como vivir mi vida, a pesar de que eso estaría muy bien.
Eso sí, supongo que gracias a eso, he aprendido que la vida consiste en una fase tras otra de ensayo y error. Nunca darás a la primera con la respuesta, a veces ni siquiera formularás en condiciones la pregunta. También he aprendido que con cada cicatriz que me deja la vida, soy menos frágil, aunque también soy menos inocente, más fría, más dura.
Antes, solía pensar que el mundo te da lo que confieres, lo que mereces. Luego, descubrí que el mundo no te entrega nada, que te lo tienes que buscar tu sola, que no importa como de buena persona seas o como te la hayas jugado por alguien. Al final, sólo estarás tú contra el mundo. 
Al final, sólo estarás tú en la infinidad del universo tratando de vivir frente a las expectativas de tus padres, amigos y demás familiares. Al final, sólo estarás tú tratando de encajar en un mundo cuya moneda de cambio son la conveniencia y un frío metal. Al final, sólo estarás tú convertido en flan, temblando ante cada nueva experiencia. Al final, sólo estarás tú tratando de ser especial, pero sin destacar demasiado. Al final, sólo estarás tú. SOLO. 
O quizás, no.
Quizás ser un mueble del IKEA no sea tan malo, ya que la esencia del mueble no la constituye una sola cosa sino un conjunto de ellas. Quizás no estés solo. Quizás algunas piezas se queden en nuestra vida porque son diferentes al resto. Quizás, al final, encontremos nuestra estrella polar.
Pero, ¿quién lo sabe?
…sólo tú.